M i corazón está contento A veces sueña con animales R aras veces te quiero I nconscientemente te miro E stoy enamorada L as caricias son tiernas A legre estoy con mi amigo
Soledad infinita entre susurros entre gritos un aire intenso en las manos invisibles en las sillas vacías una luz silenciosa gotas mojadas entre recuerdos la luna dulce alegra la noche en el corazón equivocado
Desde el mar se escucha tu decir entre soledades recuerdos y tristeza entre gritos y dolor siento pena lentamente entre susurros hay un cantar cae nieve dulce por el camino mojado
El ciego vivía entre recuerdos debajo de los párpados en susurros se reía tristeza y dolor mojado gotas de alegría lentamente pájaros que cantan entre gritos a la luz del sol celebraban el otoño desde el cielo el ciego escuchaba cantar entre sillas vacías un intenso golpe salía de la tierra acunaba en sus manos calladito sus recuerdos
Llegaba tarde a la oficina. ¡Ese despertador que ya no funcionaba bien! Salí de la ducha y me sequé a las apuradas. Entonces abrí el placard y no encontré nada; no había ni una media. Habían desaparecido mis camisas, mis pantalones y la pila de toallas que había guardado anteayer sin planchar. ¡Era realmente increíble! De pronto sentí un fuerte viento. No lo podía creer. Me pregunté a mí mismo: ¿de dónde salió? Decidí averiguar. Entré al mueble y sólo veía madera, pero cuando salí me encontré en una gran ciudad con robots, autos voladores, diferentes especies de animales y extraterrestres. Extensas autopistas colgantes iluminadas por carteles de neón recorrían un paisaje de colores extraños. No había señales de pasto, árboles o nada que tenga vida. Me asusté y entré de nuevo. Cerré la puerta y la volví a abrir; estaba nuevamente en mi casa. Sabía que no era fácil convencer a mi familia de que había visto el posible futuro, aunque consideré que valía la pena intentarlo. Pero por más que los busqué en los alrededores tampoco los pude encontrar. Parecería que todo aquello que estaba en la vida diaria se había puesto de acuerdo en desaparecer. Crucé la calle un poco nervioso por lo que vi. De paso me encontré con un amigo, hablé con él y ya no me importaba si me creería o no, si me empezaba a tomarme como un loco o algo parecido: la cuestión es que necesitaba hablarlo con alguien. No me importaba nada lo que los demás dijeran. Sin embargo, se dio lo que yo no esperaba: cuando llegué del trabajo ese misterioso placard ya no estaba. Empecé a preguntarme si ese armario había existido, o si había sido parte de un sueño (a veces la gente ve cualquier cosa despierta); ¿me habría caído mal la comida? (a veces las milanesas me dan pesadillas). Ha pasado un buen tiempo de todo esto y el misterio sigue sin resolver, me consuela pensar que ahora tengo una buena historia para contar cuando llegue a ser anciano sin que nadie diga que estoy loco.