jueves, julio 12, 2007

La vampiresa del castillo Horsway (Miriam Apaza)



Estábamos hablando con mi madre cuando fuimos interrumpidos por un grito familiar que nos heló la sangre. Corrimos hacia el cuarto de mi prima Josephine. Sólo vimos manchas oscuras con formas de manos por las ventanas y hasta en la cerradura de la puerta.
Observé por el ventanal una sombra espantosa y escalofriante. Junté todas mis fuerzas y bajé por las escaleras hasta el exterior del castillo.
Aún no amanecía. Sobre el césped una fina capa de escarcha daba al paisaje un matiz desolado. El contacto con el aire helado me hizo estremecer. Dibujándose a través de la niebla la vi por primera vez.
Tenía un aspecto aterrador y parecía provenir del mismo infierno.
Las piernas no me respondían, quise gritar y sólo un suave quejido pudo emitir mi garganta.
La vampiresa me observó desafiante y cruel. En pocos minutos pude notar en su rostro rasgos que no pertenecían a ningún ser de este mundo.
Unos dientes blancos muy agudos contrastaban con sus labios violáceos y su tez de una palidez extraordinaria.
Se diluyó entre las sombras de los altos robles sin darme tiempo a reaccionar.
Giré sobre mis pasos para retornar a la alcoba, desde el pórtico del castillo John y mi madre petrificados como estatuas de mármol tardaron en recuperar el sentido.
Luego, silenciosos, volvimos a la sala principal.
Cuando pude estar a solas con mi esposo, me dijo:
- Querida Rose, temo decirte que estas apariciones no me son ajenas. Hace mucho tiempo escuché una vieja leyenda sobre los habitantes de este castillo; no sé cuánto tendrá de cierta y temo que escucharla afecte tu salud.
- Cuéntame esa historia por favor, tengo el oscuro presentimiento de que está vinculada con la desaparición de nuestra querida Josephine.
- Bueno, pero cálmate por favor. Como sabes en este solar habitaron desde 1618 los Horsway, mis ancestros. La condesa Horsway desapareció una madrugada como ésta hace casi setenta años. Era la hermanastra menor de mi madre. No hubo rastros de ella hasta que…
- ¿Qué?, ¡por el amor de Dios!
- Fue encontrada junto con un hombre maligno o como le dicen los pueblerinos, un vampiro. Ella llevaba un bebé en sus brazos.
- ¿Un bebé? ¿y qué sucedió?
Me aterrorizaba aquello, aspiré unas gotas de perfume en mi pañuelo casi a punto de desvanecerme. Angustiada rogué a John que continuara la historia.
- No se sabe bien que sucedió después. Ya sabes lo que sucede entre la plebe, cuando una historia comienza a rodar toda clase de fantasías la van cercando hasta que es casi imposible distinguir la invención de la realidad. He escuchado varias versiones de este suceso. Muchos piensan que la condesa se convirtió en uno más de aquella abominable raza. Algunos dicen que el hombre fue muerto con una estaca clavada en el corazón, otros sospechan que ambos son inmortales y siguen entre nosotros.
Las manos de John firmes y cálidas, entrelazadas con las mías me infundían valor. Buscaríamos juntos a Josephine pero antes dejaríamos a mi madre a los buenos cuidados de la Señora Groove, nuestra antigua criada que vivía en una casona no muy distante.
….
Visitamos la mañana siguiente al Dr. Arthur Lawrence, especialista en estos temas y amigo personal de la familia. El nos instruyó acerca de estas criaturas, su aversión a la claridad del día, el uso adecuado de estacas y crucifijos, como así también de unas hierbas secretas que podían neutralizar su mordedura.
Una vez más John insistió en que permaneciera con mi madre y la señora Groove pero yo no tenía miedo. Estaba dispuesta a llegar hasta el fondo de este asunto y acompañar a mi querido esposo.
Para comenzar nuestra investigación fuimos al último lugar en el que había estado mi prima. Unas huellas apenas perceptibles nos llevaron hacia una puerta sin llave en el ala derecha del castillo, ahora en desuso y destinada a huéspedes ocasionales. El aire estaba enrarecido y las cortinas filtraban la luz del pálido sol dejando la habitación en penumbras.
-¡No se atrevan a acercarse! – dijo una voz espeluznante.
Reconocí dos siluetas en la oscuridad, la horrible aparición que ya había visto y la desdichada figura de mi amada prima.
-Sólo deseamos que liberes a Josephine, luego te dejaremos en paz.- dijo John con voz firme.
-Josephine es mi hija, no volveré a perderla. Cuando la luna llegue a su cenit, ella será como yo.
Saqué entonces mi crucifijo de plata y la vampiresa desapareció con un aullido.
Corrimos hacia mi prima. Estaba fría y respiraba con dificultad. Sus ojos abiertos e inexpresivos miraban un punto fijo y no parecía tener voluntad sobre sus actos.
La llevamos a su cuarto y luego de rodear su cama con flores de ajo, comenzó a relajarse hasta que se durmió profundamente.
Ahora todo era cuestión de tiempo. Ambos sabíamos que sólo matando a la condesa libraríamos a Josephine del maleficio.
-Rose, tu madre debe saber algo de todo esto. Iré a verla y le pediré que me diga todo lo que sabe. Llamaré a Arthur para que te ayude a cuidar de tu prima.
….
Mientras la Señora Groove preparaba unas tazas de té, John conversó con la madre de Rose, quien durante toda su vida había guardado un terrible secreto.
- Hallé a Josephine apenas nacida en el sótano del castillo, una serie de acontecimientos funestos acontecían por aquellos días y resolvimos proteger esta pequeña vida sin dar más detalles de su procedencia.
Tiempo después se me apareció la condesa y accedió a que yo la cuidara, pero sabía que en algún momento regresaría por ella. Josephine ha sido una criatura normal y encantadora hasta ahora, pero su madre, la vampiresa, se oculta dentro de su ataúd en el sótano del castillo y no descansará hasta quitarnos a nuestra niña.
Luego rompió en un amargo llanto y hubo que llevarla a recostarse en la habitación de al lado.
….

Cuando John me puso al tanto de lo sucedido supe que ya teníamos una pista cierta para cumplir nuestra misión. El Dr. Arthur nos acompañaba.
Descendimos las dos escaleras que daban al sótano. Los hombres removieron la tapa del ataúd. John tomó la estaca con la mano izquierda y un martillo con la mano derecha, apuntó al corazón de la vampiresa y golpeó con todas sus fuerzas.
Pude ver la depresión en la carne blanca.
La mujer que se encontraba en el féretro se retorció y un grito espeluznante salió de sus labios. El cuerpo se sacudió, se estremeció y se agitó con movimientos salvajes. Los agudos dientes blancos se cerraron y la boca se llenó de espuma.
Los movimientos fueron cesando. Finalmente el cadáver permaneció inmóvil.
La terrible obra había concluido.
….
Nosotros mirábamos con las manos temblorosas. El Dr. Lawrence le cortó la cabeza y cubrió la boca con ajo. Luego cerraron el féretro.
Nos abrazamos aliviados. Al girar hacia la salida, Josephine me miraba con una extraña sonrisa desde la escalera, avancé hacia ella.
La abracé y le dije: -Todo pasó, querida, todo pasó.

Miriam Apaza



la imagen pertenece a gatinho84

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